Los autistas son sujetos difíciles... Es necesario decir que el autismo es una forma extrema de manifestación de las relaciones del ser humano con la palabra. Es asimismo una forma límite que interroga directamente los límites del psicoanálisis en el sentido en que el psicoanálisis no lo puede todo: es muy importante preguntarse si es pertinente aplicar psicoanálisis al autismo.
En el fondo, con el psicoanálisis contamos con una herramienta que Freud pensaba sin duda como terapéutica, pero que evidentemente es también una herramienta de exploración del mundo, un modo de tomar los objetos del mundo y designarlos, de darles un nombre. A partir de entonces, existen efectivamente algunas extensiones posibles del psicoanálisis.
¿A partir de qué momento el terapeuta, el psicoanalista, puede decidir que va a aplicar su herramienta? Con Meltzer, con los kleinianos, contamos con un modo de contornear la dificultad del autismo, justamente porque los kleinianos apoyan su experiencia en la relación de objeto. En eso son diferentes de los no–kleinianos, porque tienen una concepción del objeto que les permite, respecto al autismo, contornear la dificultad que es esa relación particular al lenguaje.
Tenemos con el autismo, lo que se podría llamar un grado cero del ser humano. No se trata de ver allí la mínima peyoración ni un punto de vista moral sobre el ser humano. Si se define al ser humano como el animal que habla, el animal que debe confrontarse a la palabra y al lenguaje, el autismo estaría de cierta manera en el origen. Lacan escribió un artículo que se llama “Función y campo de la palabra y del lenguaje” es decir, función de la palabra y campo del lenguaje: es la palabra la que tiene una función y el lenguaje el que constituye el campo. El autista tiene problemas con la función de la palabra pero, por el hecho de tener parientes, una familia, vecinos, está de todas maneras, como todo el mundo, en el campo del lenguaje.
(...)Introduciendo las cosas de este modo, estamos confrontados también al problema que obstruye la doctrina del psicoanálisis con niños –más la doctrina que la práctica– que es la cuestión del desarrollo. Podemos tener la sensación que con un niño no se tiene la misma relación respecto a lo que sería “la entidad sujeto” que con un adulto, por el hecho de que un niño está aún en devenir, es un sujeto en devenir. Los psicoanalistas tienen esta tentación de relacionar lo que sería el medio de su accionar –la función de la palabra– a un estado más o menos avanzado del desarrollo. Es decir que se preguntan siempre si su herramienta no está desincronizada en relación a las capacidades de entendimiento del sujeto.
(...)Esta cuestión es importante porque desde que se está en la palabra, en el lenguaje, no se puede hablar más de instinto. Inmediatamente uno tiene que vérselas con la célebre trilogía: necesidad, demanda, deseo. No se puede abandonar la noción de necesidad, ya que existen necesidades impostergables: la alimentación por ejemplo, necesidad fisiológica. Pero desde que el sujeto de sus necesidades les hubiese encontrado una respuesta, tenemos en seguida que vérnosla con la demanda y el deseo. Vamos a retomar estas cuestiones, particularmente aquélla de la relación del autista con la demanda.
(...)Los autistas son sujetos que se encuentran en el campo del lenguaje y debemos preguntarnos de qué manera podríamos introducirlos a la función de la palabra. Lo que resulta muy claro desde la primera descripción de Kanner, es que el autismo infantil no es un mutismo. Si es un mutismo, es un mutismo aleatorio, inconstante. En todo caso, su descripción, que descansa sobre veintiocho casos –para un científico es una buena medida– nos dice que solamente un cuarto de los casos no habla. Pero para ese cuarto de casos que no habla, ese mutismo es irregular.
(...)El autista es un niño que parece no dirigir ninguna demanda. ¿Vamos a decir entonces que está fuera de la demanda? Me fastidia plantearlo de este modo, porque suponer que estaría fuera del campo de la demanda, llevaría a decir que está fuera del campo del lenguaje. En el fondo, todo el problema sería más bien plantear la hipótesis de que este niño está al contrario por completo en la demanda, en una demanda dirigida a Otro que de cierto modo es omnipresente y todopoderoso. Lo que conduce a lo que Meltzer llama el desmantelamiento, es el hecho que desde que hay una vacilación del lado del Otro, en ese momento hay un fortalecimiento del apartamiento, del aislamiento.
(...)Por otra parte, pensaba que con los psicóticos adultos se podría hacer el mismo razonamiento. Pensar que no es con la interpretación que se llega a lo que sea. La interpretación le da una posibilidad al delirio de estabilizarse, pero esto no siempre funciona porque es necesario que los psicóticos estén dotados para ello. No todos los psicóticos pueden armar un delirio como se debe, un delirio acorde a la existencia. Se podría utilizar el mismo punto de partida: allí donde nos encontramos en los límites de la función de la palabra, terminamos dejando de lado la herramienta de partida freudiana, que era en cierto modo la relación entre algo reprimido y algo liberado. Si no contamos con eso es necesario encontrar otra cosa: con su obsesión particular del fantasma, los kleinianos encontraron algo... Para llegar a “pegan a un niño”, hace falta todo un trabajo de construcción y depuración mientras que justamente los kleinianos toman eso más bien por la otra vertiente, la de la producción fantasmática. El objetivo que se proponen no es hacer surgir un objeto que sería aquel del sujeto: se trata de imponer –es un acoso– que el analista, en lo que concierne a la cura, se constituya como objeto. Si se piensa que el autismo no tiene historia, que se trata de un sujeto sin historia, esto puede funcionar...
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