jueves, 25 de septiembre de 2014

Psicoanálisis con niños.* Miriam Valci **

Buenas tardes hoy voy a hablarles de las modalidades de intervención en la clínica con niños, para esto voy a tomar las tres modalidades que comúnmente usamos con los niños que son: el dibujo, el juego y el decir. El tema es saber usar estos recursos, tienen que tener una finalidad, no son porque sí.
Hablar de la práctica analítica con niños no requiere pensar en ninguna especialidad, sino que vamos a hablar de una practica, de un discurso analítico y sabemos que lo que tiene este discurso es el deseo del analista, esta es su singularidad. Entonces si no se trata de ninguna especialidad de lo que vamos a hablar es de la singularidad de esta práctica, y hablar de esta singularidad no solamente va a implicar que demos una vuelta por lo que es el concepto, sino que también debemos tener en cuenta la incidencia que esta practica tiene en nuestros tiempos, en cada época la practica tiene una incidencia diferente.
Podemos partir de que un sujeto esta llamado a ocupar un lugar en cierta habitación que no es otra que la del lenguaje. El lenguaje es un mundo que nos alberga cuando nacemos y en ese mundo somos esperados a ocupar un lugar que nos dice que vestido llevaremos a lo largo de nuestras vidas.
El lenguaje espera al sujeto en una precedencia lógica y este lenguaje se naturaliza en el discurso de los padres, pero también va a incluirse en la cadena generacional, donde el sujeto se ubica en un lugar determinado, en una línea generaciona
El sujeto es un efecto, una respuesta a la decisión que se produce en tanto y en cuanto esta encuentra condiciones de posibilidad en el modo en que ha sido hablado.
Respecto al trabajo con niños vamos a ubicar en principio que quien dirige la demanda no es el niño y es por eso que debemos considerar la indicación que nos da Lacan de ubicar el lugar que ocupa el niño en la pareja de los padres, lo cual trazara el camino de la dirección de la cura. En el trabajo concreto con niños vamos a utilizar tres vías para que el decir se articule, única posibilidad para que haya acto analítico, el juego, el dibujo y el decir.
Voy a hacer un pequeño recorrido para ubicar la clínica con niños:
Freud inaugura la pregunta acerca del niño, aunque no trabaja directamente con niños, es en el trabajo con adultos donde encuentra que la neurosis tiene sus orígenes en el desarrollo pulsional del niño. Sin embargo, a lo largo del trabajo de Freud se encuentra con dos niños. En 1905, un niño de cinco años llamado Hans, al que Freud tiene acceso gracias a las anotaciones del padre del niño.
El trabajo desarrollado por el padre de Hans a partir de las interpretaciones de Freud, mostró el camino para la pregunta e intentar comprender el lenguaje del niño e interpretarlo. Con este encuentro se hace un bosquejo de la técnica en la clínica con niños; lo que reveló que aunque el niño no se expresara con los mismos recursos simbólicos del adulto, comprendía el significado de las intervenciones, que generalmente eran efectivas.
Ante esto Freud en 1932 dijo: "Ha resultado en efecto que un niño es un objeto favorable para la terapia analítica: los resultados son fundamentales y permanentes(10)".
La observación del juego de su nieto, de 18 meses, se convirtió en el segundo encuentro, lo que permitió comprender a Freud que el juego no solo es placentero, sino que es utilizado por el niño para restituir las situaciones dolorosas:"Freud sostiene la diferencia entre la infancia y lo infantil. Definiendo la infancia como el crecimiento del niño en términos de biografía; en tanto que lo infantil apunta a lo rechazado, a lo que no se recuerda, y que es causa de los productos psíquicos. De esta manera lo infantil determina lo que se desarrolla como síntoma".
Es Jacques Lacan(1953-1980) quien resignifica el lugar del psicoanálisis, para el cual el dispositivo analítico no establece diferencia para el trabajo clínico con niños o con adultos, ya que apunta al sujeto del inconsciente.
Para Lacan el niño es un sujeto al que se le interrogan sus significantes, por lo que el analista de lo que no puede abandonarse es del estatuto de la palabra, e indagar la presencia del saber, goce, objeto causa de deseo; y cómo se ha ubicado el niño frente a estos.
En este punto se abre la pregunta por el estatuto del síntoma en el niño.
En la conferencia en Ginebra Lacan plantea que la fobia de Juanito es respuesta al goce y que el síntoma es la expresión, la significación del goce hétero del cual nada entiende por el hecho de tener cierto tipo de madre y cierto tipo de padre. Así el síntoma en Juanito sería un modo de tramitar el goce en más del cual no puede dar cuenta. Podríamos decir que si bien la fobia de Juanito responde a lo que no anda en la pareja le permite, como síntoma propio, separarse del Otro en el punto donde la fobia toma el relevo de la función paterna.
En Dos notas sobre el niño Lacan ubica el síntoma del niño o bien como representando la verdad de la pareja parental o bien la posición del niño revela la verdad del objeto del fantasma materno. Si articulamos la verdad tal como aparece en este texto a aquello que posteriormente enuncia como no hay relación sexual (como aquello que da cuenta de la castración), ¿qué de esto el síntoma del niño viene a dar cuenta? Ahora bien, para que el no hay relación sexual opere para el niño es necesario que se efectivice la operación de la separación. Tal operación consiste en que el sujeto a advenir ataca el punto débil de la cadena significante, donde se manifiesta el deseo del Otro, para el caso el Otro materno.
Dos movimientos solidarios constituyen esta operación. En principio lo que ofrece al encuentro con la falta del Otro es su propia desaparición, ubicándose como aquello que falta al Otro (él se pierde para el Otro). Esto se completa en el punto donde se recorta un objeto de su propio cuerpo que va al lugar de dicha falta, lo que le va a posibilitar operar con su propia pérdida. Así la separación produce el encuentro con el S(A) como simultáneamente da cuenta de la localización y el recorte del objeto 'a'.
Esta operación es solidaria de la operación del NP en tanto la función paterna, a la altura del seminario 17, es trasmitir la castración. Gracias a la operación del NP el sujeto se interroga por el deseo del Otro. La separación implica confrontarse con el deseo del Otro, es decir con su barra.
Esto es que el NP permite nombrar el borde del agujero en la estructura. En el seminario 23 al cuarto lo llama síntoma. Entonces tendríamos que pensar que el síntoma es un modo de posicionarse frente al agujero.
La posición del niño al responder a lo que hay de sintomático de la pareja le obtura a ésta el encuentro con la castración, al tiempo que esto mismo no le permite al niño que la operación de separación sea operativizable (efectivizable) para él. Esto vale también cuando el niño se encuentra tomado por la subjetividad de la madre, pero aquí el compromiso es aún más radical. Entonces, ¿Qué función podría cumplir un síntoma propio para el niño? Esto es lo que se va a ponen en juego en la dirección de la cura, la construcción del síntoma propio.
El síntoma propio del niño podría dar cuenta de la separación. Si antes dijimos que el síntoma es un modo de posicionarse frente al agujero, ¿podríamos decir que el síntoma propio del niño es un intento de separación?. O para plantearlo de otro modo, ¿podríamos decir que el síntoma propio le permite al niño recortar el agujero allí donde su posición frente al Otro le impide el acceso a éste?
Es necesario diferenciar el síntoma del niño tanto sea respondiendo a lo sintomático de la pareja o a la subjetividad de la madre, del síntoma propio del niño. Así mismo si responde a la subjetividad de la madre el niño está más tomado en posición de objeto, entonces el trabajo analítico apuntará a la emergencia subjetiva, que será consecuencia de la instauración de la función paterna en la transferencia. Si responde a la pareja, el niño ya se encuentra en una posición más subjetiva, aunque sigue estando tomado por los significantes del Otro. El análisis, por la vía del juego, el dibujo y el decir, apuntará a la constitución en transferencia de un síntoma propio, que implica una posición propia en relación a su inconsciente.
Si como venimos diciendo el síntoma puede ser un intento más o menos fallido de separación, un modo de hacer operativizable la separación en la dirección de la cura sería apuntar a constituir un síntoma propio vía la transferencia. Síntoma propio implica que este tome el relevo de la función del padre. Que haya síntoma da cuenta que hay pérdida del objeto y por lo tanto están dadas las condiciones para la posibilidad de la construcción del fantasma donde quedará fijado el objeto apto para la satisfacción pulsional. Entonces ¿podría pensarse que el síntoma propio del niño permitiría la constitución del fantasma? El goce infantil se caracteriza, como dice Lacan en el Seminario 17, "por la fuerza de acumulación con respecto al objeto que constituye la causa del deseo, o sea el capital de libido que se acumula debido, precisamente, a la inmadurez infantil, la exclusión del goce que otros llamaran normal" . Algo de esta fuerza de acumulación podría ser perdida en tanto estén dadas las condiciones para la constitución del fantasma. Fantasma que le permite al sujeto abordar el encuentro con lo enigmático del Otro sexo en la pubertad, modalidad en la que se produce el encuentro con la castración en la adolescencia.
Vamos a ubicar entonces, al juego, el dibujo y el decir como escrituras que nos permiten, vía la transferencia, pensar el análisis, no en el campo de la significación, sino pensarlo como escritura de aquello que es imposible de escribir, que es la relación que cada uno mantiene con el falo. Tengamos en cuenta que tanto el juego como el dibujo en si mismo no son un lenguaje y tal como lo menciona Adriana Abeles, son un hecho de discurso y decir esto implica que deben ser posibles de ser leídos. El juego, el dibujo y el decir se leen.
¿Jugamos a que este palo es un caballo?... ¿Dale que estas sillas son un colectivo?...Hagamos de cuenta que yo soy tu mamá, si?...Voy a dibujar una nena con su papá y su mamá... Este tipo de propuestas muchísimas veces formuladas por los niños constituyen para el análisis la posibilidad de compartir un espacio de juego e ilusión. Para que este 'como si' se despliegue exige el acuerdo y aprobación de otro, la presencia de un otro real o imaginario. Mientras el juego se manifiesta el analista sostiene el espacio, esta ahí para soportar esa transformación que el niño produce mientras como sostiene Freud: 'va situando las cosas de su mundo en un orden nuevo, grato para él'.
El juego será el mejor remedio para la omnipotencia del Otro, porque en él se van poniendo en escena los objetos que sustraídos del propio cuerpo como objetos de goce parental, van armando encadenamientos simbólicos, entramados significantes que van constituyendo la estructura fantasmatica que concierne a la realidad.
Refiriéndose al juego del Fort-da, dice Freud: "fue una observación hecha de pasada" (...) "pasó bastante tiempo hasta que esa acción enigmática y repetida de continuo me revelase su sentido". Esta observación le permite a Freud concebir la compulsión a la repetición y el 'da', la resolución fantasmática a esa situación traumática.
El Fort-da se convierte en la primera realidad que el niño pone en juego, constituye un espacio entre él y la madre donde poder situar los objetos. El juego le permite al niño una satisfacción pulsional en ausencia de la madre.
Lo que llamamos saber jugar del analista, no se trata a mi entender de saber el juego, ni siquiera las reglas sino más bien de no estropear el juego con un saber que le quite al mismo creatividad y espontaneidad. El psicoanálisis le da crédito al decir más allá de lo dicho y reintroduce la dimensión lúdica de la palabra, como? Dándole lugar a los sueños, al lapsus, acto fallido, chistes y síntomas, entre otras manifestaciones inconcientes.
Respecto del dibujo, vamos a decir que es un conjunto de trazos que soporta el goce y el significante. Podemos dividirlo en dos: el dibujo-palabra y el dibujo-escritura. Los primeros, los dibujos-palabras serían aquellos que como establece Freud para el sueño, nos proponen un texto, un llamado al Otro, al analista con la intención de develar un enigma, algo que escapa a la posibilidad de ser dicho, formulando una pregunta, formalizando un síntoma. Los dibujos –escritura, por su parte serian del orden de una producción emética, el despliegue de una escena, aquella escritura sobre el papel que no plantea una interrogación. Este tipo de dibujos se encuentra mucho en los púberes quien realizan dibujos a modo de clichés, donde mas que abrir preguntas, se trata de mostrar lo imposible de ser dicho. Aquí tendríamos la vertiente del síntoma como letra de goce.
Así el movimiento de un análisis conduciría a que el niño tome una posición propia con respecto a los significantes que lo determinan, a que arme su propio síntoma, es decir un síntoma sostenido en su propia pérdida.
El síntoma se articula al falo, por lo tanto porta goce fálico separado del cuerpo. La letra escribe el vacío de goce: la castración.
El síntoma permite nombrar el vacío de goce, así como produce recuperación de goce por medio de la articulación significante propia del inconsciente. Por eso el síntoma le permite al sujeto una posición con respecto al inconsciente. Si la interpretación analítica apunta a vaciar ese goce, entonces enfrenta al sujeto con su vacío. Así la interpretación en el análisis con niños apunta a efectivizar la castración en el Otro.
Así el síntoma propio del niño le permite nombrar, ubicar el vacío por eso hace operativizable la castración para él, le permite asumir una posición frente a ésta. El síntoma de esta manera le posibilita al niño localizar y tener una versión del objeto 'a', le permite inscribir la pérdida de goce y operar con su propia pérdida en tanto separado del Otro, ubicándose en relación al S(A). Es en el análisis vía el juego, el dibujo y el decir que se va desanudando la palabra del síntoma que la porta. En el espacio del análisis es el lugar donde pueden ir cayendo los desgarrones del la historia y pueden ir interrogándose los acontecimientos.
El lazo de un niño con su analista se constituyen en cuanto comparten un espacio de ilusión, un teatro compartido, de ahí se constituye la transferencia que posibilita que emerja una verdad. Sabemos que la verdad sin trabajo analítico esta del lado del trauma, de lo que no puede ser inscripto.
El síntoma anuda lo no dicho con el deseo de saber y no saber de eso. La palabra liberadora no surge de la confesión sino que va naciendo de la elaboración lúdica, del despliegue de los recursos imaginarios del teatro infantil que permite una elaboración de de la angustia que hace que lo no dicho deje de ser imposible de ser oído.

*Disertación en el marco del curso 'Psicoanálisis con niños', organizado por la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Psicología, U.N.R.
**Miriam Valci. Psicóloga. Psicoanalista y docente coordinadora del Curso Teórico con Práctica Asistencial en Hospitales Públicos dependiente de la misma Secretaría de Extensión Universitaria.

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